lunes, 16 de enero de 2017

El Gordo

Alejandro Vázquez, mejor conocido por todos como "El Gordo Vázquez". Su puesto en el trabajo se llamaba SOF (Servicio de Organización y Formación), un puesto que se definió desde RH en España basado en las propuestas que él mismo hizo desde México y que permeo a todos los países del grupo para el que trabajábamos.

Lo conocí a mis 23 años; un chico con ateojos redondos de unos 27 años, alto, de complexión más allá del sobrepeso. Muy simpático con todos, exigente en su trabajo, apoyador, consejero, sarcástico a más no poder. Cuando no estaba rondando la planta, estaba leyendo el periódico o un libro… lo recuerdo casi siempre con un libro en la mano. Su primer acercamiento a mí fue cuando coincidimos en el comedor y me preguntó: 

-          Eres el nuevo que contrató Phillipe, ¿Verdad?

-          Si

-          ¿De dónde vienes?

-          Del Tec de Tlalne

-          ¿Neta? Si conozco el plantel, llegamos a jugar contra   los lagartos

-          Puro Lagarto y lagartona en mi escuela

-          La verdad son pendejos para jugar, no te ofendas pero si son

-          No me ofendo, lo sé jajaja

-          Hasta que te veo sonreir, ¿Qué te pasa cabrón? 

-          Nada estoy preocupado por un tema del trabajo y nomás no avanzo

-          ¿Estás preocupado?

-          Si

-          También eres pendejo… No te preocupes. ¡Mejor ocúpate!

 

Eso último que dijo podría decir que marcó mi vida. Era un tipo que conocía de todos los temas, de lo que se hablara el conocía (no existía Google), el leía, leía demasiado. Convivíamos mucho en el trabajo y fuera de él. Yo a pesar de haberme manejado en diferentes contextos y con diferentes amistades, no bebía, no fumaba. El me invitó mi primera cerveza… “Tienes que aprender a beber wey, te lo digo de una vez jamás le desprecies un trago a un jefe o a un ejecutivo del lugar donde trabajes”. Mi primera cerveza una Montejo helada (amarga como la chingada) en Yuppies Satélite y fue con él, de ahí siguió probar en diferentes ocasiones el Vodka, Tequila, Mezcal, Brandy, Ron y una infinidad de cocteles (para nenas y para hombres). “Jajaja quien iba a pensar que eras un alcohólico en potencia, ¡no mames!” Me dijeron él y otro wey en cierto momento. 

Mis amigos se volvieron sus amigos, viajamos juntos, celebramos juntos lo celebrable y lo que solo se volvía un pretexto para celebrar. Fuimos muy buenos amigos, pero sobretodo fue un maestro para mí en muchas cosas. Estuvo conmigo en mis momentos de amor y desamor, siempre con una palabra honesta, directa y llena de sabiduría, en mis éxitos y fracasos en mi corta carrera laboral. Siempre fue honesto, nunca se vendió conmigo por amistad. La verdad era la verdad me gustara o no, me doliera o no. Un día, sin previo aviso a mi amigo le dieron las gracias en el trabajo. Pero nos seguíamos viendo, aunque tenía cierto recelo con la empresa que tanto amó. 

Un mal día, conocí a una chica que estaba de capacitación, venía de Irapuato. Delgada, blanca, ojos verdes… bonita y hasta ese momento muy linda en sus maneras de ser. La invité a salir un par de veces durante su capacitación, ella se hospedaba en casa de unos tíos en Valle Dorado, muy cerca de mi casa, ella me gustaba. En algún momento coincidimos El Gordo, ella y yo en casa de otro amigo. Ella traía un reloj con el logo de la compañía y el comenzó con el sarcasmo de las razones por las cuales le habían dado el reloj y sus suposiciones de porque ella lo portaba. Me encabroné y le dije que estaba pendejo porque lo corrieron a él y no éramos culpables de sus frustraciones. Nos subimos a mi auto y me fui con la chica de ahí.  Quien se iba a imaginar que unos años después iba a venir a Irapuato y a ella me la iba a topar siendo algo totalmente diferente a lo que conocí y en donde por diferentes cuestiones terminamos sin ser ni siquiera amigos.

Mi ego fue tan grande que terminé enojándome con mi amigo por una estupidez y no lo busqué más… ni él a mí. Un día me enteré que estaba enfermo en el hospital, todos rumoraban que tenía SIDA porque se había metido con prostitutas y bla, bla, bla… que estaba delgado, sin cabello… chismes y rumores, pero mi ego era tan grande… nunca lo busqué, solo le envié una tarjeta, una fría tarjeta y con algún mensaje mediocre que ahora no recuerdo.

El 31 de diciembre de 1997 mis amigos, mi novia y yo fuimos a Tequisquiapan, llegamos en los diferentes coches al mismo hotel, ese día manejé hasta un lugar que significaría la última vez de muchas cosas para mí. Me bajé del coche y vi a Martín, mi amigo de toda la vida bajando de su auto con los ojos llorosos y a toda prisa conmigo. “Lalo, se murió El Gordo”. Me quede callado por un buen rato, ni siquiera lloré, sinceramente no recuerdo que paso en mí y poco recuerdo de lo que ocurrió ese fin de semana.

En el 2008 estuve en “terapia de pareja” con una pseudo-psicóloga para arreglar mi matrimonio que iba en picada (y que ella con sus “sesiones individuales” estaba acelerando la caída); un día intento una técnica de hipnosis conmigo… terminé llorando un largo rato, no por mi maltrecho matrimonio ni por nada relacionado en torno al tema en cuestión.  Tuve a bien recordar algo que por años estuvo bloqueado en mi cabeza y ser consciente de que hubo una persona que marcó mi vida, alguien que me enseño tanto y a quien le he copiado muchas de las cosas que digo, a un amigo al que por ego dejé de buscar, alguien que  influyo en mucho de lo que hoy es mi vida.

Sólo me arrepiento de 2 cosas en mi vida y esta es una de ellas.